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Pompeya renace y deja atrás su “segunda destrucción”

El País, 24 de diciembre de 2015 por MARÍA SALAS ORAÁ

Matteo Renzi proclama “el retorno de la belleza” a la ciudad romana tras restaurarse seis casas. “Italia está en condiciones de decir ‘basta’ a las obras incompletas”, asegura.

Vista de la ‘domus’ Paquius Proculus, una de las casas reconstruidas en Pompeya. CESARE ABBATE EFE. El País.

“La belleza ha vuelto a Pompeya”. Con esta frase, el primer ministro de Italia, Matteo Renzi, celebró ayer la restauración de seis domus (casas romanas) en el yacimiento arqueológico de Pompeya, la ciudad romana sepultada por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79, redescubierta en 1748 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.

La presencia de Renzi en Pompeya simboliza la importancia de la restauración. “Pompeya ya no es noticia por los derrumbes; sino por las restauraciones”, dijo, al tiempo que proclamaba el orgullo de Italia por, finalmente, “haber vencido una batalla difícil”.

Y no es para menos. El yacimiento arqueológico situado en el golfo de Nápoles ha sufrido en los últimos años lo que se conoce como “la segunda destrucción de Pompeya”. Se derrumbó una parte del templo de Venus y uno de los muros de la necrópolis de Porta Nocera. También se robó, el año pasado, un fresco que fue arrancado con un cincel.

Pompeya se acostumbró a los cada vez más frecuentes derrumbes, los constantes robos, las huelgas de personal, la mala administración y a la omnipotente sombra de la Camorra, la mafia napolitana. Con el incesante deterioro y la falta de soluciones, incluso se llegó a poner en duda que mantuviera el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.

Recientemente, ha vivido la paradoja de que a pesar de que había recibido financiación de la Unión Europea, los fondos estaban bloqueados. Y llegó el colapso. Los numerosos filtros establecidos por la administración para evitar que las obras de restauración terminaran siendo adjudicadas a empresas controladas por el crimen provocaban un hecho insólito: Italia no era capaz de gastar en tiempo y forma —antes de diciembre de 2015— los 105 millones de euros destinado al Gran Proyecto Pompeya. Por fin, el plan da frutos. Y lo hace, en parte, gracias a que el elegido para dirigir el proyecto fue Giovanni Nistri, un general del arma de Carabinieri, la policía militar italiana.

Renzi aprovechó el ejemplo de Pompeya para afirmar que “Italia está en condiciones de decir basta a las obras incompletas. Italia ha dejado de llorar”. El primer ministro incidió en que el objetivo de su país es “ser lugar de la belleza y la cultura”.

Para llegar a esta última fase de una Pompeya que renace, se han invertido tres de los 105 millones de euros (27 de las arcas italianas y la mayor parte de los Fondos para el Desarrollo Regional de la Unión Europea) del plan.

Los trabajos de restauración han devuelto el color a las imágenes mitológicas que adornan las paredes de las domus. Han recobrado la luz las figuras de Hércules, Narciso y Apolo y Dafne que adornaban las estancias en el siglo II a. C. También brillan con más potencia los mármoles de los suelos y los mosaicos bicolores del centro de las estancias.

Nuevos objetivos

Son seis las domus restauradas: Fullonica di Stephanus, la casa del Criptoportico, la del Paquius Proculus, la casa del Sacerdos Amandus, la del Fabius Amandio y del Efebo. Estancias en las que los antiguos romanos vivían, dormían, lavaban los vestidos, se reunían y se daban baños termales. Y en las que quedan restos de un valor incalculable que, sin embargo, se estaban perdiendo por falta de cuidado.

Las seis casas romanas representan también el punto de partida para el renacer de las ruinas, que aún tienen que cumplir nuevos objetivos, aunque ya se ha satisfecho la mitad de lo propuesto y lo ha hecho al ritmo de un millón de euros a la semana de inversión. El reto ahora es, según explicó el ministro de Cultura de Italia, Dario Franceschini, concluir la restauración en 2017 y, a partir de entonces, mantener el yacimiento en las mejores condiciones, favorecer la accesibilidad y desarrollar una nueva web.

 


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Despiadado Julio César

El País, 16 de diciembre de 2015

Restos humanos del siglo I ac encontrados cerca de Kessel. Universidad de Amsterdam. El País.

En el año 55 antes de nuestra era, dos tribus germanas, los téncteros y los usípetes, expulsadas de sus territorios por otros bárbaros, pidieron permiso para cruzar el Rin e instalarse en lo que entonces era el norte de la Galia. Julio César decidió que representaban un peligro para Roma (o quería enriquecerse con los bienes arrebatados al enemigo) y ordenó su exterminio.

Así describe el episodio en el libro IV de La guerra de las Galias: «La conclusión de César fue que no podía tratar de amistad mientras no desocupasen la Galia, no siendo conforme a razón que vengan a ocupar tierras ajenas los que no han podido defender las propias; que no había en la Galia campos baldíos que poder repartir sin agravio, mayormente a tanta gente». En este mismo texto sitúa la matanza en la confluencia de los ríos Mosa y Rin, lo que ha representado un misterio histórico considerable porque los dos cauces no se cruzan en la actualidad. Dos mil años después, este problema ha sido resuelto por un equipo de la Universidad de Amsterdam, dirigido por el profesor Nico Roymans.

El lugar se encuentra en el sur de Holanda, cerca de la ciudad de Kessel y ahí se cruzan el río Mosa y el Waal, un brazo del Rin. «No podemos olvidar que los Países Bajos ocupan el estuario de dos cauces y que la geografía del siglo XXI no se corresponde con la de la época romana», explica por teléfono el profesor Roymans, que anunció el descubrimiento la semana pasada. El Waal y el Rin eran entonces el mismo río.

Desde hace tres décadas, en esa misma zona, aparecían los vestigios de lo que parecía una gran batalla: armas, cascos y, sobre todo, cadáveres, muchísimos cadáveres. Sin embargo, dado que había sido removidos por el agua, era imposible datarlos con precisión siguiendo técnicas exclusivamente arqueológicas. «Después de someter los restos humanos a dos procesos científicos, hemos logrado identificar la batalla. Por un lado, con el carbono 14 sabemos que su muerte ocurrió en el mismo periodo del que habla César. Por otro, gracias al estudio de sus dientes, hemos determinado que no provenían de esta zona, sino del norte del Rin. De nuevo, confirma lo escrito en La guerra de las Galias«, prosigue el profesor Roymans, un experto en la presencia romana en el bajo Rin y catedrático de arqueología en la Universidad de Amsterdam.

Genocidio es una palabra contemporánea, acuñada al final de la II Guerra Mundial por el jurista judío Raphael Lemkin para tratar de definir los horrores del nazismo. Significa el intento de destruir a un grupo étnico o religioso. Utilizarla para definir la conquista de las Galias es sin duda un anacronismo, pero muchos historiadores han descrito lo que hizo César al otro lado de los Alpes como algo muy parecido a un genocidio. Las decenas de miles de muertos en Kessel —unos 150.000 según los arqueólogos— demuestran hasta qué punto careció de piedad.

Los huesos encontrados resumen todo un gabinete de horrores: víctimas de todas las edades, la inmensa mayoría de ellos con heridas mortales, con lanzas clavadas en el craneo. «Genocidio es un término moderno, pero si con ello nos queremos referir a la exterminación de un pueblo, se puede aplicar sin duda en este caso. Julio César lo cuenta además sin problemas. La matanza de niños y mujeres no era considerado un tabú en aquellos tiempos», prosigue Roymans. «Su objetivo era claramente el exterminio total de esas dos tribus. La conquista de Galia fue salvaje, no tiene nada que ver con la idea posterior de la Pax Romana».