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Hallado medio centenar de momias en el Valle de los Reyes de Luxor

El País, 29 de abril de 2014

Una imagen de la tumba descubierta en el valle de los Reyes en Luxor (Egipto). / REUTERS. El País.

Luxor se ha levantado esta mañana, aparte de con mucho calor, con la excitación de la sensacional noticia del hallazgo de más de medio centenar de momias –que ya son momias- en una tumba del Valle de los Reyes, la gran necrópolis real de la antigua Tebas durante el Imperio Nuevo, hace más de tres mil años. Los cuerpos embalsamados, rodeados de infinitud de restos de ataúdes de madera y equipo funerario, textiles, vasijas, etcétera, todo muy fragmentado, incluyen según distintas fuentes los de varios príncipes y princesas de la dinastía 18, una de las más importantes del Antiguo Egipto, a la que pertenecieron faraones como Tutmosis III, Akenatón y Tutankamón. El hecho de que hayan aparecido momias de la familia real de esta época tiene una importancia trascendental. Estaríamos ante uno de los descubrimientos más importantes de la egiptología de los últimos tiempos. “¡Es apasionante!”, ha confirmado esta mañana a este diario la gran especialista egipcia en momias Salima Ikram. “Hay que analizarlo detalladamente, pero sin duda, es un gran hallazgo”.

El descubrimiento, realizado por un equipo de la Universidad de Basilea encabezado por Helena Ballin, en colaboración con arqueólogos del servicio de antigüedades egipcio, ha tenido lugar en la tumba número 40 del Valle de los Reyes (KV 40), una de las muchas poco estudiadas y mal conservadas del valle. La tumba, pequeñita, sin propietario identificado y excavada muy superficialmente en 1899 por Victor Loret, que no publicó informe alguno, había sido saqueada varias veces en la antigüedad y en el siglo XIX. Está cerca de la KV 26, en la zona sur de la rama sudoeste del uadi.

Las momias y su ajuar han sido hallados tras excavar y limpiar el pozo de acceso de seis metros que daba acceso a cinco cámaras subterráneas, en una de estas. Inicialmente se ha hablado de un cachet real, un escondite de momias reales, como los tan célebres encontrados en la tumba del sumo sacerdote Pinodjem II en Deir el-Bahri y el de la tumba de Amenofis II (KV 35), que permitieron dar con prácticamente todo el who’s who de la realeza del Imperio Nuevo (dinastías 18 a la 20, 1549-1064 antes de Cristo). Cuando uno oye el término cachet de momias reales asociado a las necrópolis tebanas no puede evitar echarse a temblar de emoción. En este caso de la KV 40 estaríamos ante algo diferente, una acumulación de momias de la familia real en la que no habría faraones ni reinas, sino personajes principescos, entre otros. El Valle de los Reyes, sumido hoy en la bruma del calor y las expectativas, sigue dando sorpresas -¡y pensar que se creía que estaba agotado ya desde antes de que Carter encontrara a Tutankamón, hace un siglo!- y arrojando enterramientos que no encajan con nuestras clasificaciones habituales, como sucedió con el depósito de material de momificación hallado hace unos años (2005) por Otto Schaden y bautizado como KV 63.

De momento se han identificado en la KV 40 30 nombres gracias a las inscripciones en elementos como las jarras funerarias. Ocho de esos nombres han sido descifrados como los de hijas de reyes y cuatro como de príncipes. Se trataría de familiares de Tutmosis IV y Amenofis III. Entre los nombres aparecen los de personajes desconocidos como Ta-im-wag-is y Neferanebo. Figuran también en el enterramiento varias mujeres con nombres extranjeros, según los investigadores. La mayoría de los cuerpos pertenecen a adultos pero también los hay de niños, bien momificados, lo que es insólito en el Antiguo Egipto. E incluso de recién nacidos.

“Creemos que estamos ante miembros de las familias de la corte real”, ha explicado por parte del equipo suizo Suzanne Bickel. Los investigadores destacan que el hallazgo permitirá discernir quiénes tenían el privilegio de pasar la vida eterna en compañía de los faraones en un lugar de tanto postín como el Valle de los Reyes. Desde luego, no cualquiera.

Las momias y el material han aparecido muy dañados, no solo por la acción recurrente de los saqueadores , sino porque en algún momento se produjo un incendio en el interior de la tumba, seguramente causado por las antorchas de los ladrones que prendieron material orgánico. Las paredes y los restos evidencian esa combustión.

Para acabar de redondear la complejidad del hallazgo, la tumba fue utilizada como depósito de momias al menos otra vez, en el siglo IX antes de Cristo, en tiempos de Tercer Periodo Intermedio, cuando la necrópolis real ya había sido abandonada. Se trataría esta vez de una familia de sacerdotes que reutilizó el sepulcro. No se ha especificado aún cuántas momias del más de medio centenar halladas corresponden a uno u otro periodo.

© El País


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El tesoro de un guerrero sármata de las estepas

National Geographic, Historia NG nº 123

El arqueólogo Leonid Yablonsky narra el descubrimiento en 2013 de la tumba intacta de un noble nómada en la necrópolis rusa de Filippovka

Por Leonid Yablonsky. Instituto de Arqueología de la Academia Rusa de Ciencias, Historia NG nº 123

Este elaborado objeto formaba parte del traje del difunto y representa a una pantera que da caza a un antílope siberiano (saiga). National Geographic.

Filippovka, un yacimiento que se localiza cerca de la ciudad rusa de Ufá, a unos 1.500 kilómetros al sureste de Moscú, es uno de los lugares de enterramiento más ricos e importantes de los sármatas, el pueblo iranio que pobló las estepas de la actual Rusia a finales del primer milenio a.C. La necrópolis de Filippovka contiene 29 kurganes, túmulos artificiales cuyas medidas oscilan entre los tres metros de alto hasta los veinte, en cuyo interior disponían los aristócratas sármatas sus tumbas, acompañadas de lujosos ajuares funerarios. Entre los años 1986 y 1988, el arqueólogo ruso Anatoli Pschenichnik excavó el kurgan número 1, bautizado como Túmulo Real debido a sus grandes dimensiones, con más de 80 metros de diámetro y con una altura de ocho metros. En su interior descubrió una gran colección de joyas, vasijas de cristal, armas y 26 figurillas de ciervos de madera recubiertas de oro.
Sin embargo, en la  Academia Rusa de Ciencias no estaban convencidos de que se hubiera dicho la última palabra sobre el yacimiento de Filippovka, en particular sobre la parte oriental del Túmulo Real, una sección de cinco metros de alto y 50 de largo, que Pschenichnik dejó sin excavar creyendo que había sido saqueada en la Antigüedad. Para comprobarlo, la Academia organizó en el verano de 2013 una nueva campaña arqueológica en el yacimiento y encargó a Leonid Yablonsky, especialista en cultura escita y sármata del Instituto de Arqueología, la dirección de las excavaciones.

Un rico enterramiento

Lo primero que localizaron los arqueólogos fue un paso subterráneo cerca del lado oriental del Túmulo Real que conducía al interior de la tumba. Al penetrar por él se toparon con algo inesperado: un enorme caldero de bronce fundido, de 102 centímetros de diámetro, decorado con tres asas, cada una de ellas compuesta por dos cabezas de grifos enfrentadas. Sorprendidos, llegaron a la conclusión de que el pesado caldero fue dejado allí por quienes lo trasladaban al verse incapaces de arrastrarlo al interior de la tumba. Cuando los exploradores llegaron al final del pasadizo, se encontraron con una fosa funeraria, de 4 por 4,8 metros de diámetro y 4 metros de profundidad, que a primera vista parecía no haber sido violada. Al fondo yacía un esqueleto humano acompañado de un ajuar funerario excepcionalmente rico y variado. Gulnara Obidennova, directora del Instituto de Enseñanza Histórica y Jurídica de Ufá y componente del equipo arqueológico, valoró así más tarde la importancia del descubrimiento: «El hallazgo es realmente sensacional porque la tumba estaba intacta: los objetos materiales y las joyas estaban en los sitios donde los habían colocado los sármatas […] Los elementos de vestimenta y los colgantes están bien conservados. En cada dedo llevaba una sortija con distintas piedras e imágenes de animales. A su lado había varios frascos que, probablemente, contenían cosméticos. A su izquierda había un espejo con mango de oro ornamentado,  similar a un cetro. Sus muñecas estaban adornadas con opulentos brazaletes».
Junto al cráneo del difunto, adornado con colgantes de oro decorados con esmalte, alguien había depositado una caja de madera repleta de objetos: frasquitos de plata y de vidrio, una caja de plata, un pectoral de oro, vasijas de barro, bolsas de cuero y, lo más curioso de todo, unos dientes de caballo con restos de pigmentos de color rojo. El vestido que cubría el cuerpo se hallaba en muy mal estado, pero todavía conservaba los elementos que se habían bordado sobre él:  flores, rosetas y una placa de oro con animales representados. Había también 395 piezas de pan de oro que se habían cosido a los pantalones, la camisa y a un chal con flecos sujeto con una cadena de oro. Las mangas se habían bordado con abalorios multicolores que formaban un complejo patrón geométrico. Además, junto al cuerpo se encontró un equipo completo para realizar tatuajes compuesto por paletas de piedra, agujas de oro, cucharas de hueso para mezclar los colores y cuchillos de hierro con incrustaciones de oro.

¿Quién está enterrado?

Más de mil artefactos se recuperaron en total durante la excavación de este túmulo, que se ha datado en torno al siglo IV a.C.  A la vista de la riqueza del ajuar funerario recuperado, no hay duda de que la tumba perteneció a un miembro destacado de la aristocracia sármata. Inicialmente, a juzgar por el tipo de objetos que acompañaban al difunto, se creyó que el propietario de la tumba era una mujer; sin embargo, los análisis osteológicos preliminares realizados a los restos parecen indicar que se trata de un varón. Este hecho era sorprendente, ya que resulta extraño encontrar la sepultura de un guerrero sármata al cual han enterrado rodeado de objetos de ornamento personal y sin armas. Está previsto realizar análisis de ADN a los restos y proceder asimismo a un detallado estudio de los materiales que le acompañaron en su último viaje. Muy posiblemente los resultados proporcionen más información sobre las circunstancias de la muerte y tal vez sobre la  identidad del ocupante del túmulo 1 de Filippovka.

Para saber más

El mar Negro: cuna de la civilización y de la barbarie. N. Ascherson, Tusquets, Barcelona, 2001.
Tumba sármata

© National Geographic


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Castillo de Huarmey: Investigación y Presentación

Vaso con representación de cuatro rostros humanos… Foto: MALI

Este importantísimo hallazgo arqueológico de 2013 viene siendo expuesto en el Museo de Arte de Lima (MALI), una excelente muestra que estará abierta hasta septiembre de 2014. Tal como aparece en la misma página del MALI:

El Museo de Arte de Lima – MALI, en colaboración con el Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey (PIACH) y el apoyo de la Compañía Minera Antamina, presenta una muestra sobre uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años en el sitio arqueológico Castillo de Huarmey (Ancash). Este hallazgo permitió develar más de sesenta fardos funerarios -la gran mayoría pertenecientes a mujeres- y más de mil trescientos objetos de excepcional riqueza que formaban parte del ajuar ceremonial y de las ofrendas mortuorias. Con esta exposición se ofrece una preliminar interpretación sobre las ceremonias de entierro de la élite wari (600-1000 d.C.), abordando también otros temas como el estatus y el poder de este grupo, la relación entre las mujeres y la producción de tejidos, y las tecnologías usadas en diversos soportes como el metal y la madera. Entre los objetos que se podrán apreciar en «Castillo de Huarmey. El mausoleo imperial wari» se encuentran joyas (orejeras de metal, madera y hueso, collares, pectorales, dijes, tupus y anillos), armas (hachas, cuchillos, estólicas), parafernalia (caleros, sonajeras, silbatos), objetos de tejer (telares, husos, piruros, cucharas con pigmentos) y recipientes de cerámica, metal y piedra tallada (cántaros, botellas, cantimploras, vasos y cuencos). Piezas que destacan por su acabado y por los materiales usados, como oro, plata y bronce. (seguir información en página del museo)

 

El Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey (PIACH) 

Miłosz Giersz

El proyecto es fruto de la cooperación entre la Universidad de Varsovia (UV) y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y está a cargo del arqueólogo polaco Dr. Milosz Giersz de la UV, y  el lic. Roberto Pimentel Nita (PUCP).

El arqueólogo Miłosz Giersz, junto a sus colaboradores, la arqueóloga Dr. Patrycja Przadka Giersz y el bioarqueólogo Dr. Wieslaw Wieckowski, ambos también polacos, de la Universidad de Varsovia, nos dan amplia información en la página misma del proyecto: Andean Archaeology.

Asimismo los textos de sus publicaciones e información adicional se encuentran en el sitio Huarmey Milenario.

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Finalmente, en el blog Antiguo Perú, hay un excelente artículo «El Tesoro de las Tejedoras de Huarmey» de Pablo Chacón con amplia información del proyecto, hallazgo y exposición, con varias fotos. Me permito copiar dos infografías del diario El Comercio de 2013, que son muy didácticas y dan una clara visión del hallazgo:

Infografía mostrando la estructura de la cámara funeraria, realizada para el diario El Comercio por Victor Sanjinéz Garcia en 2013.

Infografía mostrando la estructura de la cámara funeraria, realizada para el diario El Comercio por Victor Sanjinéz Garcia en 2013.

Ubicación del mausoleo situado sobre el Castillo de Huarmey. Infografía realizada para el diario El Comercio por Victor Sanjinéz Garcia en 2013.

Ubicación del mausoleo situado sobre el Castillo de Huarmey. Infografía realizada para el diario El Comercio por Victor Sanjinéz Garcia en 2013.

 

 


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Nunca nos vimos las caras con los neandertales

El País, 15 de abril de 2014

Reproducción de un neandertal en el Museo Arqueológico Nacional. / Samuel Sánchez. El País.

Cuando nuestros antepasados, los primeros individuos de nuestra especie, llegaron a Europa occidental, los neandertales ya habían desaparecido. Fue hace algo más de 40.000 años y las dos especies humanas nunca se vieron las caras por aquí. Estuvieron en contacto durante 50.000 años en Oriente Próximo, y allí se produciría el cruce que los genomas ahora delatan y, seguramente, el intercambio cultural. Pero en la península Ibérica, Francia, Italia, Alemania y Reino Unido no llegaron a solaparse. Las nuevas dataciones con el método de carbono 14, pero aplicando técnicas avanzadas que permiten eliminar la contaminación de las muestras, sitúan en el tiempo y el territorio la presencia de ambas especies y, al menos en España, abren un vació de unos mil años entre la desaparición de unos y la llegada de los nuevos. El hallazgo ensancha las incógnitas sobre la causa de aquella extinción.

Los últimos neandertales, con las nuevas dataciones perfeccionadas, son de hace 44.000 o 45.000 años y los primeros cromañones, de hace 42.000 o 43.000 años. “Durante un cuarto de siglo hemos estado hablando de que, a lo largo de 8.000 o 10.000 años, los neandertales y los primeros humanos coexistieron. Pero hoy creemos que en Europa Occidental hay un lapso entre unos y otros y, por tanto, no se produjo la hibridación que en zonas como Oriente Próximo sí se dio”, comenta Álvaro Arrizabalaga, uno de los autores de la nueva datación. “No hubo superposición, no llegaron a coincidir”.

Los investigadores de las universidades del País Vasco, Oviedo y Girona, junto con expertos del Reino Unido, Australia y EE UU, liderados por Rachel E. Wood, han centrado su investigación en tres cuevas situadas en la ruta de entrada de los Pirineos. “L’Arbreda (Girona) está en el paso Oriental; Labeko Koba en el valle del Deba (Gipuzkoa), se encuentra en el pasillo de entrada por los Pirineos occidentales y la excavamos de urgencia, en 1988, antes de que fuera destruida por la construcción de la variante de Arrasate; y La Viña (Asturias) tiene valor de paradigma, pues proporciona una secuencia magnífica del Paleolítico Superior, es decir, del comportamiento técnico y cultural de los cromañones durante la última glaciación”, explica Arrizabalaga, investigador de la Universidad del País Vasco. El estudio se ha hecho exclusivamente sobre muestras de huesos de animales claramente alterados por la actividad humana (ya sean herramientas y útiles o huesos descarnados) o restos de carbón.

En cuanto a la vía de entrada a la península Ibérica, hay que tener en cuenta, primero, que no hay neandertales en África, y, segundo, que el estrecho de Gibraltar era una barrera natural también hace 45.000 años, por lo que el acceso por el Sur es muy poco probable, apunta.

La investigación con las nuevas dataciones en la península Ibérica, se presenta en la revista Journal of Human Evolution, y sus resultados coinciden con lo que se ha constatado en los últimos tres años en asentamientos de Reino Unido, Italia, Alemania y Francia, recalcan los científicos. En ningún caso hay superposición en el tiempo, en Europa Occidental, entre neandertales y cromañones, resultados que, cuando menos, “atenúan muchísimo las posibilidades de intercambio y de comportamiento entre ambas especies”, señala con prudencia, el investigador.

También la responsabilidad de nuestra especie en la extinción de los anteriores pobladores europeos parece desvanecerse o, al menos, pierde peso. Aunque no hay que sacar conclusiones tan rápido, dice Arrizabalaga: “El que no haya coexistencia no implica que no interfiriéramos de alguna manera. Por ejemplo, algunas de las enfermedades que llegaron a América desde Europa alcanzaron a las poblaciones nativas antes de entrar en contacto con los españoles; los virus viajan muy rápido”.

El cuándo se extinguieron los neandertales “es un problema que podemos abordar científicamente y este nuevo resultado es muy interesante”, apunta Ignacio Martínez, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares. “En cuanto al porqué, hay que tener en cuenta que hay variables, incógnitas, que a lo mejor no podremos resolver nunca para dar una respuesta”, continúa. Martínez cree que, con las nuevas dataciones, se puede retirar del rompecabezas la intervención de los cromañones en la desparición de los neandertales y recalca que “las últimas ideas sobre este misterio apuntan a los efectos de los cambios climáticos en aquel período que habrían diezmado las poblaciones neandertales abocándolas a su extinción antes de que llegaran los cromañones”. Los primeros estaban más adaptados a la vida en los bosques, muy afectados por los cambios de clima, y los cromañones, más adaptados a los recursos de campo abierto. “Así, los cromañones no arrinconaron a los primeros en el territorio, es que el territorio estaba vacío”, concluye Martínez.

El cruce entre estas especies, por tanto, que hace unos años se consideraba inexistente y que se ha descubierto recientemente al secuenciar el genoma de neandertal y detectar genes de aquella especie en nuestro genoma, hay que situarlo fuera de Europa Occidental. “Pero compartieron territorio en Siria, Israel, Palestina… durante 50.000 años”, dice Arrizabalaga. “Allí se mezclarían genética y culturalmente”, comenta. “Así que los cromañones habrían llegado a Europa occidental ya hibridados”.

© El País.com


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Carta de 1800 años de un soldado egipcio del Imperio Romano

ScienceDaily, 19 de marzo de 2014: Student deciphers 1,800-year-old letter from Egyptian soldier

Credit: Image courtesy of University of California, Berkley’s Bancroft Library.

Una noticia muy interesante en marzo pasado fue la de esta carta de casi 1800 años de antigüedad de un soldado egipcio sirviendo al Imperio Romano. La carta fue decifrada por un estudiante de la Rice University es dramáticamente impactante porque nos revela lo que puede sentir un soldado independientemente de la época, con similitudes a lo que puede sentir un soldado hoy en día. El soldado, llamano Aurelius Polion, escribe a su hermano, hermana y madre, y se muestra desesperado por no recibir respuesta de ellos tras seis cartas enviadas por él.

La carta fue descubiera en la antigua ciudad egipcia de Tebtunis en 1899, por la expedición de Grenfell y Hunt, y estuvo más de 100 años sin ser estudiada debido a su mal estado, según el estudiante Grant Adamson.

Parte del texto dice expresamente lo siguiente:

«Rezo para que ustedes tengan buena salud noche y día, y siempre hago reverencia a los dioses en su nombre. No ceso de escribirles, pero ustedes no me tienen en consideración. Cumplo con mi parte escribiéndoles siempre y no dejo de pensar en ustedes y tenerlos en mi corazón. Pero ustedes nunca me han escrito acerca de su salud o como les va. Estoy preocupado por ustedes porque a pesar de que ustedes han recibido mis cartas a menudo, nunca me respondieron para yo saber cómo están».

El estudio fue publicado por el estudiante Grant Adamson en un Boletín de la American Society of Papyrologists.